patito

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jueves, 10 de noviembre de 2011

Brownie aterciopelado a los dos chocolates con nueces y almendras



Ya me valía a mi. Desde luego, ¡Mira que estar más de cuatro meses sin publicar nada de nada! La culpa la tienen las bondades estivales y sus consecuencias en forma de grasita en el cuerpo. Después de intentar ponerme a dieta sin mucho éxito, y aprovechando el excelente #diadelbrownie que no tardó nada en correr como la pólvora por la red, me dije, "¿por qué no?". Así me metía un poco en la cocina y le daba vidilla a mi blog ya mi patito Colillo, que me miraba, imPÁVIdo, desde la ventana, como con pena y reproche en sus ojos de plástico. Pobre mío...

Bueno, a mi la verdad es que el brownie me sale bastante bastante bueno. Para mi padre, mi bizcochito es una verdadera exquisitez. Pero él es mi padre. Suelo hacerlo más sencillo, solo con nueces, aunque hoy he querido experimentar porque va a ser el postre de una cena con dos grandes amigas, una de las cuales no suelo ver mucho porque nos separa un buen cacho de océano. Así que podéis optar por esta versión o bien simplificarlo, porque os prometo que solo con nueces también es un sueño del Lejano Oriente.

Lo bueno de este brownie, apaerte del sabor, es la textura. Los brownies que muchas veces pruebo están muy muy secos, y eso es lo que uno no puede permitirse. A veces se trata de un problema de conservación, pero con esta receta vamos a lograr un brownie muy aterciopelado, si seguís mis consejos.

Dificultad: para patitos inexpertos

Ingredientes



















150 gramos de harina (mejor de repostería)
200 gramos de chocolate de fundir
200 gramos de chocolate blanco, en trocitos
250 gramos de mantequilla a temperatura ambiente
4 huevos (ya sabéis, del tiempo, que no estén fríos)
200 gramos de azúcar blanca (si jugáis poniendo parte de azúcar moreno, también está rico)

En una olla fundimos el chocolate mientras que en una fuente batimos la mantequilla. Uno de los secretos de que el brownie quede aterciopelado es que la mantequilla esté del tiempo, reblandecida. Así que nada de microondas. La incubáis o la ponéis cerca del radiador, pero sin trucos. Lo dicho, cogemos la mantequilla y batimos muy bien con las varillas o las varillas eléctricas, que quede muy untosa. Luego ponemos el chocolate fondant a derretir y se añade:



Ahora, sin parar de batir, echamos los huevos, uno después del otro, dándole con la varilla:


Ponemos el azúcar y echamos a continuación la harina, con un colador para tamizarla. Esta vez removemos con una lengüeta:



A continuación echamos el chocolate blanco en trocitos y los frutos secos. Mirad que pinta, no me digáis que no es como para renunciar a todo (a casi todo):



Por último echamos la mezcla a una fuente con papel de cocina y la pondremos en el horno, que habremos precalentado a 180 grados, y lo tendremos unos 20 minutillos. El tiempo dependerá de cada horno, aunque sabemos que cada uno es, como cada persona, un mundo. La clave del brownie es que no lo dejéis seco como mi corazón, sino debemos sacarlo un poco húmedo. Para ello nos ayudaremos de un cuchillito. Yo lo he tenido que dejar un poco más.

El resultado es esta preciosidad. Mirad qué lustre, como de familia bien... Uno así os lo imagináis comiendo a los Duques de Palma, ¿A qué sí? Mientras escribo esto me stoi comiendo un cacho, que se me funde en la boca, y me dan ganas de crear una religión-brownie o algo asi.



Y recordad, amiguitos, que una vez enfriado y cortado (si así queréis) teneis que guardarlo bien, en un tarro o tupper, porque como se quede mucho al aire se os va a quedar como el bracito de Santa Teresa, durito y sequito. Y arruinaréis este rico postre y los dioses os maldecirán con que se os quede la cara de Paquirrín (aunque si acabáis con la Jessica Bueno, ni tan mal,no?).

martes, 28 de junio de 2011

Alboronía de mi madre


Hoy os traigo un delicioso plato no excesivamente conocido, muy típico de ciertos pueblos de la Sevilla más occidental y de discutida elaboración: la alboronía. Según la Real Academia de la Lengua, muy prudentemente, se limita a explicar que se trata de un guisado de diferentes hortalizas cuyo nombre proviene de Burán, esposa del taifa de Toledo Mamún.

La Wikipedia (y otras páginas) afirman que viene del vocablo árabe al-baraniyya que significa "cierto manjar". Más detallista, la enciclopedia cibertnética explica que se trata de un guisito de berenjenas, tomates, pimiento y calabazas con pimentón típico de los días de Cuaresma. El verdadero precusor y tatarabuelo del pisto manchego y sus variantes patrias, entre las que destacan la fritada o la fanxaina.

En definitiva, creo que es un platillo que cambia de pueblo a pueblo y de olla a olla. Yo voy a daros la receta de mi casa, que resulta deliciosa tanto en verano como en invierno; mi señora hacedora gusta de servirlo con huevo frito y arroz y provoca delirios culinarios. Los que comemos poco nos conformaremos con un buen plato de esta delicia.

Ingredientes
















500 gramos de calabaza
Dos kilos (o kilo y medio si tenéis poca paciencia) de tomates sabrosos
1 buen pimiento rojo
Un hermoso pimiento verde
1 cebolla gordita
1 diente de ajo
Aceite
Sal

Pelamos la calabaza con paciencia, que cortaremos a trocitos de un centímetro y herviremos para facilitar el proceso. Sí: yo también odio cortar calabaza...















Mientras, cortamos los tomates y los trituramos con la batidora. Una vez hecho esto, lo pasamos por el chino para que quede finito y delicioso.




















Tendrá que quedarnos con este aspecto delicioso, libre de pellejos y pepitas. Reservar.















Mientras, cortamos muy finito el resto de verduras y ponemos a sofreír la cebollita hasta que esté blandita y dorada.




















Cuando esté pochadita ponemos los pimientos y, cuando reblandezcan un poco ponemos el puré de tomate. Tendremos que dejarlo que reduzca bastante. Los primeros 20-30 minutos tapado, y luego destaparemos hasta que reduzca y adquiera un aspecto parecido al pisto. Os aseguro que es delicioso. Sólo mejorable si untárais a George Clooney con tan deliciosa mezcla y lo coronárais con un huevo frito. Ufff...

martes, 7 de junio de 2011

Magdalenas de aceite de oliva con lavanda, miel y limón


Aunque procuro cuidarme mucho, confieso que me encantan las magdalenas. Son unos dulces que pegan en cualquier época del año, son fáciles de hacer y aunque a veces el copete quede más feote, como me pasó en esta ocasión, siempre están ricas. Como el protagonista de En busca del tiempo perdido, de Proust, a mi también me evocan recuerdos felices de infancia. Concretamente, cuando huelo/como/miro a alguien comer una magdalena de la marca Bella Easo o un mojicón, mi cabeza me lleva a la casa de mi yaya materna, Isabel. Cuando era pequeña, esta que lo escribe era un abadejo delgaducho y goloso, cuya abuela le daba magdalenas con Cola Cao en unos tazones inmensos de Duralex. Me veo allí, con el pelo larguísimo y mi lazo, desayunando o merendando en una salita que olía a papel, con una mesa redonda, rodeada de todos los libros de mi abuelo y una máquina Singer preciosa. Me hace feliz echar la vista atrás.

Para hacer justicia, probablemente las mejores magdalenas (con corte de bizcocho o a lo tradicional) que he probado son las de Lopera, pueblo de mi abuela paterna. Las hacen en una confitería con cuyos dueños comparto un lejísimo parentesco político (la dueña es prima de mi tio abuelo), y os recomiendo que no os perdáis ninguno de sus dulces si el azar os lleva a este pueblito, donde se celebra una de las romerías más famosas de España, la de la Virgen de la Cabeza. Cuando mi padre va a por el aceite le obligo a traerme bolsas y bolsas de estos confites. Y Dios, qué maravilla. Y qué remordimientos después...

Cómo me enrollo. El caso es que hace tiempo ví una receta de este bollito con flores de lavanda en el delicioso blog Sirope de alce y me enamoré. La autora de esta bitácora las hace a la francesa (en forma de concha) y tienen una gran pinta. Yo primero hice su receta y el otro día me animé a versionarlas. Y os traigo el resultado. La hornada de su receta me quedó más mona, con más copete. Yo no veo diferencias significativas, así que creo que es cuestión de como tenga una el día. Lo que siempre mola es no rellenar los moldes en exceso. Eso sí, están buenísimas, son diferentes y más sanas que una reunión de Hijas de la Caridad.

Ingredientes (21 magdalenas tamaño estándar)
















300 gramos de harina de repostería

Media cucharada de levadura tipo Royal (o impulsor, si nos ponemos exactos)

Un pellizco de sal

240 mm de buen aceite de oliva virgen extra

300 gramos de azúcar blanco

3 huevos

3 cucharadas soperas de flores de lavanda (comprar en herboristería, pero ojo, que sean comestibles, nada de las que usa vuestro padre como ambientador en el coche)

Extracto de limón, o aroma. La cantidad la marca la concentración. Desde una gota a una cucharada. Yo, como no tenía, le puse tres cucharadas de zumo de limón.

Una cucharada de rayadura de limón (o más, si os gusta mucho)

120 milímetros de suero de leche (ya sabéis, se elabora echándole una cucharada de zumo de limón a la leche, removiendo y dejando reposar. Cuando se corta, unos cinco minutos después, está ready)

2 cucharadas de buena miel (yo usé una de encina capaz de convertir a la abeja Maya en una yonki de suburbio)

Precalentamos nuestro horno a 180 grados (no, no sirve que le hagáis un striptease, dadle a la rueda) y preparad los moldes de las magdalenas enharinándolos y embadurnándolos de mantequilla. Yo lo que hago es que uso una base de silicona y albal y luego pongo copete de papel, así que puedo prescindir de este paso. No obstante, no es mala idea darle al papel con un poquito de aciete: se despegará mejor.

Tamizamos en un bol los ingredientes secos, y a continuación, en otro recipiente, trituramos las flores de lavanda con un molinillo o robot. No hace falta que las destrocéis, sino que hay que partirlas para que desprendan mejor su aroma. Si hay palitos, quitadlos antes, porque si no, comeréis palito rayado.




















Una vez picadas, mezclar con los ingredientes secos.















En otro bol, batimos el aceite y el azúcar muy bien, y vamos echando los huevos, uno a uno.  Añadimos el limón (o la esencia) y la rayadura.

Incorporamos la harina en tres veces, sin dejar de batir, y alternamos con el suero de leche. Al final, echamos la miel y batimos.















Obtendremos una masa más bien líquida, pero tranquilos, que luego coge cuerpo.















Echamos la mezcla en los moldes (rellenemos a 3/4 partes de su capacidad) y las horneamos a 180 grados entre 30 y 45 minutos. Que no se os quemen porque se os quedarían duras como mi corazón, y eso no es rico.
















Os garantizo que el resultado es delicioso, perfecto para desayunar o merendar. Animaos porque son distintas...

Os dejo esta fotito de la primera hornada, que quedaron más bonitas que un San Luis..


miércoles, 1 de junio de 2011

Salmorejo, una deliciosa fuente de salud


Ahora que llega el buen tiempo, que apetece tomar cosas más fresquitas, es el mejor momento para disfrutar de un delicioso salmorejo. Este plato, típico de la zona occidental de Andalucía, es una maravilla que puede servir de entrante, de base para otros platos o incluso de plato principal si le añadimos una buena guarnición. Además os garantizo que es una medicina estupenda que favorece el moreno, por su contenido en betacarotenos. Desde que lo tomo con asiduidad, noto que me cuesta mucho menos ponerme doradita, y me ahorro pastillas y chorradas de farmacia.

 He notado que muchos afrontan con cierto miedo la elaboración de este platillo estupendo, y de verdad os prometo que es facilísimo. Lo que pasa es que hay gente que lo hace y adopta un aire tipo "es un secreto de familia, no lo entenderías" que merece mil patadas voladoras. Si seguís estos truquitos que voy a daros, os garantizo un resultado impecable.

Si queréis una versión light, limitaros a mezclar tomate con más zahahoria (para que le dé más cuerpo) y ajo, con un poco de agua y aceite. También resulta estupendo, aunque menos sabroso. Y engorda poquísimo.

Ingredientes (para unas 4 personas)




















750 gramos de tomates maduros, olorosos (unos 3 tomates hermosos)
225 gramos de pan de bollo (la mitad del grandote que venden en Mercadona). Hay quienes sólo ponen miga, pero yo, poniendo corteza, obtengo ub estupendo resultado.
110 cl de aceite de oliva virgen extra
100 agua fria
sal al gusto
1 diente de ajo (o más, si os va la marcha) picadito
160 gramos de zanahorias
1 cucharada o más de buen vinagre de vino (yo no le pongo)

Guarnición

1 huevo duro por persona
tacos de jamón
Cebolla picada muy fina, si gustamos

Lo primero es cortar los tomates. Para que el resultado sea óptimo, eliminamos la parte parte blandita de las pepitas, y la piel, si queréis. Este paso es muy importante, porque nos ahorramos que expulse agua, y así obtendremos una textura de mousse inigualable. Este truquito me lo dio Toni, marido encantador de mi encantadora amiga Ana López-Varela.
















Luego cortamos el resto de ingredientes sólidos y metemos todo en la batidora de vaso o en el vaso si lo hacemos con la batidora normal.




















La clave para que nuestro salmorejo sea una delicia es que estemos batiendo bastante bastante rato. Yo el mío lo tuve casi 5 minutos en la batidora, removiendo, cerciorándome de que el pan se trituraba bien.  Sólo así obtendremos la mejor textura, como muestra la foto.
















Bueno, una vez que batimos todo bien, servimos el samorejo en cazuelitas (las de barro son estupendas) y ponemos encima el huevito cocido partidito, los taquitos de jamón y la cebolla. Y nos preparamos para saborear un manjar fácil de hacer y además, barato oiga.


jueves, 26 de mayo de 2011

#Diadelarecetasingluten Pan de bacalao con pasas y cebolla. Receta sin gluten



Lo que son las cosas. La semana pasada andaba yo por Santiago de Compostela, haciendo tiempo hasta quedar con mi querida amiga Sara (que me convidó a un estupendísimo fin de semana en Cambados) cuando me dio el hambre. Eran las 7o así, típica hora "tonta". Pregunté allí y allá y por fin di con una pastelería donde ¡Oh cielos! Las empanadas me tentaron. Tras dudar un rato, le pedí consejo a la empleada, que sin dudarlo me dijo: "Ay, filliña, cómetela de bacalao con pasas, tú que puedes, que yo soy celíaca".Cosas de la vida, oiga, a la semana siguiente Laura Eiriz, una enfervorizada fan de la fanpage de El Comidista, es decir, Yo también soy una enfervorizada seguidora de El Comidista, nos propuso participar en la iniciativa #diadelarecetasingluten. Y yo, que nunca digo "No", me dejé liar.
Para ser sinceros, yo apenas había oído hablar de la celiaquía hasta que empecé a frecuentar Mercadona. Se dice, no sé hasta qué punto es cierto, que la hija del dueño de mi cadena de supermercados favorita es celíaca, y que él, amante hacedor, ha impulsado productos sin gluten. Cierto o no, la verdad es que hace la vida más fácil a mucha gente y además ha concienciado a la sociedad sobre la importancia de esta enfermedad autoinmune.

Y me puse manos a la obra hoy mismo, ayudada por mi querido padre que me ha servido de pinche, ya que no puedo mover mucho el cuello hasta dentro de unos días. Estoy en mi casa en Sevilla, a donde he venido acompañada del hijo de Colillo, Pitotito, que ha querido venirse a conocer sus raíces.

Os dejo este intento de empanada, que al final se ha transformado en ua decostrucción de pan....



Ingredientes:

Relleno
800 gramos de bacalao desalado
3 cebollas
100 gramos de pasas
Aceite

Masa (inspirada en los reyes de este cotarro, Cocina con Poco)
500 gramos de preparado para pan sin gluten
20 gramos de levadura fresca o 15 de la de panadería
2 huevos
un chorro de vino blanco
50 gramos de agua
70 gramos de aceite
Un poco de mantequilla
Sal

Ponemos a pochar, en su rico aceite de oliva, las cebollitas cortadas finas, hasta que doren y estén rubias, como la Shakira. Mientras, mezclamos en un bol los elementos líquidos de la masa con la sal. Primero lo templamos y luego mezclamos los huevos, y mezclamos bien, con amor.
















Aparte, en otro bol, mezclamos la harina sin gluten y la levadura, que tendremos que desmigar) y cuando esté bien ligada, incorporamos la mezcla anterior y hacemos una bolita, que tapamos con film y dejamos en la nevera media horita.
















































Podemos aprovechar para incorporar el bacalao bien desmigadito a la cebolla con las pasas, y lo tenemos cocinando unos diez minutitos. Reservar.
















A la media hora, sacamos la masa de la nevera, la golpeamos y volvemos a amasar y a envolver en film transparente, esta vez una hora.

Mientras, podéis aprovechar el tiempo....




Cuando esté, precalentamos el horno a 180 grados y ponemos la masa en una superficie con harina y amasamos con el rodillo hasta que quede finita. Echamos el relleno y cerramos nuestro pancito sin  gluten, delicioso y cien por cien seguro. Un enorme beso a todos los afectados, a ver si aumentamos las medidas de seguridad de cualquier alimento, que al fin y al cabo, es algo bueno para todos.

lunes, 16 de mayo de 2011

Iniciativa #Minitarta: Mississipi Mud Cake (Tarta del Misisipi)


Locos varios que pululamos por internet, escribiendo/leyendo/comentando movidas varias sobre cocina y su cultura nos hemos unido hoy, día de Fátima, para una iniciativa curiosa. Primero fue la #Megagalleta, luego la #Megamagdalena y ahora, cómo no, es el turno de la #Minitarta. La idea partió de Mila, de Cakelarre, cuya web tenéis que visitar porque es un bombazo, es como ir al Museo del Prado de las tartas. Pues dicho y hecho. A 12 de mayo, 60 fanáticos del dulce estábamos convocados a elaborar una tartita con un único precepto: que fuera pequeñita, con un tamaño de plato de postre. El resto: a la elección del personal.

Como soy una rayada, estuve muchísimo tiempo dándole vueltas a la cabeza para ver qué tarta hacía. Después de todo tipo de conjeturas extrañas (e inquietantes) me topé con un libro delicioso, que os recomiendo, y que me inspiró. Se trata de El Gran Libro del Gourmet: Chocolate. Nuevas Armonías, de Rosalba Gioffré (Susaeta). Os recomiendo su lectura, porque además de contener recetas buenísimas, explica la historia del chocolate. Una historia que deberían enseñar en los colegios, de la que me haría catedrática a fuerza de práctica.

Mi pequeña obrita es una Mississipi Mud Cake. Sí, los que sabéis inglés habéis leido bien. La traducción literal es "Tarta de fango del Misisipi", pero tranquilos todos, porque de fango solo tiene la textura. Esta riquísima delicia, un clásico del Sur de Estados Unidos, tiene una consistencia cremosa, etérea, como el fango de las riberas del río que baña ese Estado, el más pobre del país en lo económico, pero cuna de tremendos imprescindibles como Elvis o William Faulkner.

Para una rica minitarta de 13 centímetros de diámetro (no es tan pequeño, según muchos...)




















-150 gramos de mantequilla
-147 gramos de chocolate de cobertura fondant
-1 cucharadita de café soluble
-90 gramos de harina de fuerza (que tiene levadura)
-90 gramos de harina de repostería
-40 gramos de cacao (admite más)
-1/4 de cucharadita de bicarbonato
-150 gramos de azúcar (admite un poco más)
-2 huevos
-70 gramos de suero de leche (se hace echándole a la leche una cucharadita de zumo de limón y removiendo. Se deja al aire y cuando esté cortado, está listo)
-Una cucharada de aceite de oliva (quizá sería más purista de girasol, pero yo no tenía)
Glaseado -150 gramos de chocolate de cobertura fondant
-70 ml de nata

Si queréis hacerla grande, para un molde 22 centímetros, las cantidades simplemente se doblan.

Engrasamos nuestro molde con mantequilla y lo forramos con papel de horno, dejando que sobresalga un poquito. Precalentamos el horno  a 160º.

A continuación, en una cazuela fundimos a fuego lento la mantequilla, el café y el chocolate. Removemos con cuchara de madera (muy típica de Misisipi) y hasta obtener una crema lisa. Solo entonces retiraremos del fuego y dejaremos entibiar.
















En un cuenco grande tamizamos las harinas, el cacao y el bicarbonato.
















Agregamos el azúcar. Después añadimos los huevos, muy poquito batidos, con el suero de leche y el aceite.
















Lo mezclamos todo, poco a poco, con una cuchara de acero inoxidable (una gran tecnología) y vamos incorporando la crema de chocolate.
















Lo tenemos cociendo una hora y veinte minutos, aunque mi horno es malucho y lo tuve que tener más. Si al salir vemos una pedazo de cosa enorme, con copete duro, no nos asustemos: se corta e iguala para quedarnos con la exquisita base...
















Lo dejamos enfriar y preparamos el glaseado, fundiendo a fuego lento, que también hay que entibiar....
















Y procedemos a cubrir...
















Y, después de unas horitas en la nevera, obtenemos esta belleza, cuyo acompañamiento ideal es nata, quizá aromatizada con canela o vainilla. Mejor si antes de consumirla la sacáis de la fresquera una horita o así. Os aseguro que es deliciosa, cremosa...muy diferente a lo que estamos acostumbrados... ¡Viva Mississipi! ¡Viva la #minitarta!


lunes, 9 de mayo de 2011

Corona deliciosa de avellana y cacao al perfume de pimienta y café




¡Santos días de primavera!

El buen tiempo y el sol hacen de mi una persona mejor, con más ganas de salir y divertirme pero también de meterme en la cocina, porque a mi la luz y el calor, rara que es una, me dan hambre. Hoy quiero compartir con vosotros esta corona estupenda de avellanas y café, ligeramente perfumada con pimienta de Jamaica y café. Es estupenda para desayunos y meriendas y admite variaciones, claro. Los más golosos pueden añadirle, si quieren, más cacao, aunque os aseguro que el sabor, delicioso y exótico, os va a gustar si seguís al pato al pie de la letra...

Ingredientes (8 personas)















-175 gramos de mantequilla sin sal ablandada, y un poquito más para untar el molde
-120 gramos de azúcar moreno
-175 gramos de harina de fuerza, y un poco más para espolvorear
-1 cucharada de cacao en polvo sin azúcar, tipo Valor
-1 cucharada de pimienta de Jamaica, rayada o molida
-3 huevos batidos
-120 gramos de avellanas molidas
-2 cucharadas de buen café soluble
-Azúcar glass, para espolvorear

Engrasamos el molde con un poquito de mantequilla y lo enharinamos bien, para eviar que se pegue. Yo he utilizado un molde de bundt de silicona, aunque con uno un poco más bajo también resulta, porque no tiene levadura y subir, sube poquito.



Mientras, en un cuenco, batimos la mantequilla y el azúcar moreno. En otro recipiente, aparte, tamizamos la harina, el cacao en polvo y la pimienta.


 (Deja untosita la mantequilla, a punto pomada...)

Una vez hecha la crema de mantequilla, incorporamos los huevos, uno a uno, añadiendo una cucharada de la mezcla de harina con el segundo y tercer huevo. Luego agregamos el resto de harinas y le ponemos la avellana molida y el café, que quede así más o menos...


Pasamos la masa al molde y la cocemos al horno, que se habrá precalentado, a 180º unos 50 minutos, hasta que esté firme y esponjoso. Que la espera no nos amargue: el resultado merecerá la pena...


Una vez cocido, lo dejamos reposar en la corona diez minutitos. Una vez más, paciencia, que la podemos liar y romperlo al desmoldar. Podemos ir picando algo para evitar la tentación



Luego la desmoldamos (sobre una rejilla es más rápido y mejor, yo no tengo) y espolvoreamos con azúcar glass. Os aseguro, si os van los sabores un poco diferentes, que este dulce va a encantaros.



¡Ideal para fardar y darse un toque british si viene la parentela a dar la murga en casa!