patito

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martes, 28 de junio de 2011

Alboronía de mi madre


Hoy os traigo un delicioso plato no excesivamente conocido, muy típico de ciertos pueblos de la Sevilla más occidental y de discutida elaboración: la alboronía. Según la Real Academia de la Lengua, muy prudentemente, se limita a explicar que se trata de un guisado de diferentes hortalizas cuyo nombre proviene de Burán, esposa del taifa de Toledo Mamún.

La Wikipedia (y otras páginas) afirman que viene del vocablo árabe al-baraniyya que significa "cierto manjar". Más detallista, la enciclopedia cibertnética explica que se trata de un guisito de berenjenas, tomates, pimiento y calabazas con pimentón típico de los días de Cuaresma. El verdadero precusor y tatarabuelo del pisto manchego y sus variantes patrias, entre las que destacan la fritada o la fanxaina.

En definitiva, creo que es un platillo que cambia de pueblo a pueblo y de olla a olla. Yo voy a daros la receta de mi casa, que resulta deliciosa tanto en verano como en invierno; mi señora hacedora gusta de servirlo con huevo frito y arroz y provoca delirios culinarios. Los que comemos poco nos conformaremos con un buen plato de esta delicia.

Ingredientes
















500 gramos de calabaza
Dos kilos (o kilo y medio si tenéis poca paciencia) de tomates sabrosos
1 buen pimiento rojo
Un hermoso pimiento verde
1 cebolla gordita
1 diente de ajo
Aceite
Sal

Pelamos la calabaza con paciencia, que cortaremos a trocitos de un centímetro y herviremos para facilitar el proceso. Sí: yo también odio cortar calabaza...















Mientras, cortamos los tomates y los trituramos con la batidora. Una vez hecho esto, lo pasamos por el chino para que quede finito y delicioso.




















Tendrá que quedarnos con este aspecto delicioso, libre de pellejos y pepitas. Reservar.















Mientras, cortamos muy finito el resto de verduras y ponemos a sofreír la cebollita hasta que esté blandita y dorada.




















Cuando esté pochadita ponemos los pimientos y, cuando reblandezcan un poco ponemos el puré de tomate. Tendremos que dejarlo que reduzca bastante. Los primeros 20-30 minutos tapado, y luego destaparemos hasta que reduzca y adquiera un aspecto parecido al pisto. Os aseguro que es delicioso. Sólo mejorable si untárais a George Clooney con tan deliciosa mezcla y lo coronárais con un huevo frito. Ufff...

martes, 7 de junio de 2011

Magdalenas de aceite de oliva con lavanda, miel y limón


Aunque procuro cuidarme mucho, confieso que me encantan las magdalenas. Son unos dulces que pegan en cualquier época del año, son fáciles de hacer y aunque a veces el copete quede más feote, como me pasó en esta ocasión, siempre están ricas. Como el protagonista de En busca del tiempo perdido, de Proust, a mi también me evocan recuerdos felices de infancia. Concretamente, cuando huelo/como/miro a alguien comer una magdalena de la marca Bella Easo o un mojicón, mi cabeza me lleva a la casa de mi yaya materna, Isabel. Cuando era pequeña, esta que lo escribe era un abadejo delgaducho y goloso, cuya abuela le daba magdalenas con Cola Cao en unos tazones inmensos de Duralex. Me veo allí, con el pelo larguísimo y mi lazo, desayunando o merendando en una salita que olía a papel, con una mesa redonda, rodeada de todos los libros de mi abuelo y una máquina Singer preciosa. Me hace feliz echar la vista atrás.

Para hacer justicia, probablemente las mejores magdalenas (con corte de bizcocho o a lo tradicional) que he probado son las de Lopera, pueblo de mi abuela paterna. Las hacen en una confitería con cuyos dueños comparto un lejísimo parentesco político (la dueña es prima de mi tio abuelo), y os recomiendo que no os perdáis ninguno de sus dulces si el azar os lleva a este pueblito, donde se celebra una de las romerías más famosas de España, la de la Virgen de la Cabeza. Cuando mi padre va a por el aceite le obligo a traerme bolsas y bolsas de estos confites. Y Dios, qué maravilla. Y qué remordimientos después...

Cómo me enrollo. El caso es que hace tiempo ví una receta de este bollito con flores de lavanda en el delicioso blog Sirope de alce y me enamoré. La autora de esta bitácora las hace a la francesa (en forma de concha) y tienen una gran pinta. Yo primero hice su receta y el otro día me animé a versionarlas. Y os traigo el resultado. La hornada de su receta me quedó más mona, con más copete. Yo no veo diferencias significativas, así que creo que es cuestión de como tenga una el día. Lo que siempre mola es no rellenar los moldes en exceso. Eso sí, están buenísimas, son diferentes y más sanas que una reunión de Hijas de la Caridad.

Ingredientes (21 magdalenas tamaño estándar)
















300 gramos de harina de repostería

Media cucharada de levadura tipo Royal (o impulsor, si nos ponemos exactos)

Un pellizco de sal

240 mm de buen aceite de oliva virgen extra

300 gramos de azúcar blanco

3 huevos

3 cucharadas soperas de flores de lavanda (comprar en herboristería, pero ojo, que sean comestibles, nada de las que usa vuestro padre como ambientador en el coche)

Extracto de limón, o aroma. La cantidad la marca la concentración. Desde una gota a una cucharada. Yo, como no tenía, le puse tres cucharadas de zumo de limón.

Una cucharada de rayadura de limón (o más, si os gusta mucho)

120 milímetros de suero de leche (ya sabéis, se elabora echándole una cucharada de zumo de limón a la leche, removiendo y dejando reposar. Cuando se corta, unos cinco minutos después, está ready)

2 cucharadas de buena miel (yo usé una de encina capaz de convertir a la abeja Maya en una yonki de suburbio)

Precalentamos nuestro horno a 180 grados (no, no sirve que le hagáis un striptease, dadle a la rueda) y preparad los moldes de las magdalenas enharinándolos y embadurnándolos de mantequilla. Yo lo que hago es que uso una base de silicona y albal y luego pongo copete de papel, así que puedo prescindir de este paso. No obstante, no es mala idea darle al papel con un poquito de aciete: se despegará mejor.

Tamizamos en un bol los ingredientes secos, y a continuación, en otro recipiente, trituramos las flores de lavanda con un molinillo o robot. No hace falta que las destrocéis, sino que hay que partirlas para que desprendan mejor su aroma. Si hay palitos, quitadlos antes, porque si no, comeréis palito rayado.




















Una vez picadas, mezclar con los ingredientes secos.















En otro bol, batimos el aceite y el azúcar muy bien, y vamos echando los huevos, uno a uno.  Añadimos el limón (o la esencia) y la rayadura.

Incorporamos la harina en tres veces, sin dejar de batir, y alternamos con el suero de leche. Al final, echamos la miel y batimos.















Obtendremos una masa más bien líquida, pero tranquilos, que luego coge cuerpo.















Echamos la mezcla en los moldes (rellenemos a 3/4 partes de su capacidad) y las horneamos a 180 grados entre 30 y 45 minutos. Que no se os quemen porque se os quedarían duras como mi corazón, y eso no es rico.
















Os garantizo que el resultado es delicioso, perfecto para desayunar o merendar. Animaos porque son distintas...

Os dejo esta fotito de la primera hornada, que quedaron más bonitas que un San Luis..


miércoles, 1 de junio de 2011

Salmorejo, una deliciosa fuente de salud


Ahora que llega el buen tiempo, que apetece tomar cosas más fresquitas, es el mejor momento para disfrutar de un delicioso salmorejo. Este plato, típico de la zona occidental de Andalucía, es una maravilla que puede servir de entrante, de base para otros platos o incluso de plato principal si le añadimos una buena guarnición. Además os garantizo que es una medicina estupenda que favorece el moreno, por su contenido en betacarotenos. Desde que lo tomo con asiduidad, noto que me cuesta mucho menos ponerme doradita, y me ahorro pastillas y chorradas de farmacia.

 He notado que muchos afrontan con cierto miedo la elaboración de este platillo estupendo, y de verdad os prometo que es facilísimo. Lo que pasa es que hay gente que lo hace y adopta un aire tipo "es un secreto de familia, no lo entenderías" que merece mil patadas voladoras. Si seguís estos truquitos que voy a daros, os garantizo un resultado impecable.

Si queréis una versión light, limitaros a mezclar tomate con más zahahoria (para que le dé más cuerpo) y ajo, con un poco de agua y aceite. También resulta estupendo, aunque menos sabroso. Y engorda poquísimo.

Ingredientes (para unas 4 personas)




















750 gramos de tomates maduros, olorosos (unos 3 tomates hermosos)
225 gramos de pan de bollo (la mitad del grandote que venden en Mercadona). Hay quienes sólo ponen miga, pero yo, poniendo corteza, obtengo ub estupendo resultado.
110 cl de aceite de oliva virgen extra
100 agua fria
sal al gusto
1 diente de ajo (o más, si os va la marcha) picadito
160 gramos de zanahorias
1 cucharada o más de buen vinagre de vino (yo no le pongo)

Guarnición

1 huevo duro por persona
tacos de jamón
Cebolla picada muy fina, si gustamos

Lo primero es cortar los tomates. Para que el resultado sea óptimo, eliminamos la parte parte blandita de las pepitas, y la piel, si queréis. Este paso es muy importante, porque nos ahorramos que expulse agua, y así obtendremos una textura de mousse inigualable. Este truquito me lo dio Toni, marido encantador de mi encantadora amiga Ana López-Varela.
















Luego cortamos el resto de ingredientes sólidos y metemos todo en la batidora de vaso o en el vaso si lo hacemos con la batidora normal.




















La clave para que nuestro salmorejo sea una delicia es que estemos batiendo bastante bastante rato. Yo el mío lo tuve casi 5 minutos en la batidora, removiendo, cerciorándome de que el pan se trituraba bien.  Sólo así obtendremos la mejor textura, como muestra la foto.
















Bueno, una vez que batimos todo bien, servimos el samorejo en cazuelitas (las de barro son estupendas) y ponemos encima el huevito cocido partidito, los taquitos de jamón y la cebolla. Y nos preparamos para saborear un manjar fácil de hacer y además, barato oiga.