patito

patito

martes, 7 de junio de 2011

Magdalenas de aceite de oliva con lavanda, miel y limón


Aunque procuro cuidarme mucho, confieso que me encantan las magdalenas. Son unos dulces que pegan en cualquier época del año, son fáciles de hacer y aunque a veces el copete quede más feote, como me pasó en esta ocasión, siempre están ricas. Como el protagonista de En busca del tiempo perdido, de Proust, a mi también me evocan recuerdos felices de infancia. Concretamente, cuando huelo/como/miro a alguien comer una magdalena de la marca Bella Easo o un mojicón, mi cabeza me lleva a la casa de mi yaya materna, Isabel. Cuando era pequeña, esta que lo escribe era un abadejo delgaducho y goloso, cuya abuela le daba magdalenas con Cola Cao en unos tazones inmensos de Duralex. Me veo allí, con el pelo larguísimo y mi lazo, desayunando o merendando en una salita que olía a papel, con una mesa redonda, rodeada de todos los libros de mi abuelo y una máquina Singer preciosa. Me hace feliz echar la vista atrás.

Para hacer justicia, probablemente las mejores magdalenas (con corte de bizcocho o a lo tradicional) que he probado son las de Lopera, pueblo de mi abuela paterna. Las hacen en una confitería con cuyos dueños comparto un lejísimo parentesco político (la dueña es prima de mi tio abuelo), y os recomiendo que no os perdáis ninguno de sus dulces si el azar os lleva a este pueblito, donde se celebra una de las romerías más famosas de España, la de la Virgen de la Cabeza. Cuando mi padre va a por el aceite le obligo a traerme bolsas y bolsas de estos confites. Y Dios, qué maravilla. Y qué remordimientos después...

Cómo me enrollo. El caso es que hace tiempo ví una receta de este bollito con flores de lavanda en el delicioso blog Sirope de alce y me enamoré. La autora de esta bitácora las hace a la francesa (en forma de concha) y tienen una gran pinta. Yo primero hice su receta y el otro día me animé a versionarlas. Y os traigo el resultado. La hornada de su receta me quedó más mona, con más copete. Yo no veo diferencias significativas, así que creo que es cuestión de como tenga una el día. Lo que siempre mola es no rellenar los moldes en exceso. Eso sí, están buenísimas, son diferentes y más sanas que una reunión de Hijas de la Caridad.

Ingredientes (21 magdalenas tamaño estándar)
















300 gramos de harina de repostería

Media cucharada de levadura tipo Royal (o impulsor, si nos ponemos exactos)

Un pellizco de sal

240 mm de buen aceite de oliva virgen extra

300 gramos de azúcar blanco

3 huevos

3 cucharadas soperas de flores de lavanda (comprar en herboristería, pero ojo, que sean comestibles, nada de las que usa vuestro padre como ambientador en el coche)

Extracto de limón, o aroma. La cantidad la marca la concentración. Desde una gota a una cucharada. Yo, como no tenía, le puse tres cucharadas de zumo de limón.

Una cucharada de rayadura de limón (o más, si os gusta mucho)

120 milímetros de suero de leche (ya sabéis, se elabora echándole una cucharada de zumo de limón a la leche, removiendo y dejando reposar. Cuando se corta, unos cinco minutos después, está ready)

2 cucharadas de buena miel (yo usé una de encina capaz de convertir a la abeja Maya en una yonki de suburbio)

Precalentamos nuestro horno a 180 grados (no, no sirve que le hagáis un striptease, dadle a la rueda) y preparad los moldes de las magdalenas enharinándolos y embadurnándolos de mantequilla. Yo lo que hago es que uso una base de silicona y albal y luego pongo copete de papel, así que puedo prescindir de este paso. No obstante, no es mala idea darle al papel con un poquito de aciete: se despegará mejor.

Tamizamos en un bol los ingredientes secos, y a continuación, en otro recipiente, trituramos las flores de lavanda con un molinillo o robot. No hace falta que las destrocéis, sino que hay que partirlas para que desprendan mejor su aroma. Si hay palitos, quitadlos antes, porque si no, comeréis palito rayado.




















Una vez picadas, mezclar con los ingredientes secos.















En otro bol, batimos el aceite y el azúcar muy bien, y vamos echando los huevos, uno a uno.  Añadimos el limón (o la esencia) y la rayadura.

Incorporamos la harina en tres veces, sin dejar de batir, y alternamos con el suero de leche. Al final, echamos la miel y batimos.















Obtendremos una masa más bien líquida, pero tranquilos, que luego coge cuerpo.















Echamos la mezcla en los moldes (rellenemos a 3/4 partes de su capacidad) y las horneamos a 180 grados entre 30 y 45 minutos. Que no se os quemen porque se os quedarían duras como mi corazón, y eso no es rico.
















Os garantizo que el resultado es delicioso, perfecto para desayunar o merendar. Animaos porque son distintas...

Os dejo esta fotito de la primera hornada, que quedaron más bonitas que un San Luis..


2 comentarios:

  1. ¿Qué receta más rica! Además me parece estupendo haber aprendido dos cosas (que soy muy empollona yo), a saber: de dónde c... sale el suero que se usa en las recetas y que hay flores de lavanda que no son las del ambientador. ¡Grande Piti!
    maria jose l.

    ResponderEliminar
  2. guauuuu que pinta mas buena¡¡ es que las magdalenas estan buenas a cualquier hora del dia¡¡

    me llevo un par jejjee

    besos

    ResponderEliminar

Con respeto y buen rollo, todos podéis dejar sugerencias, aportaciones...¡esto se hace mejor entre todos!